lunes, 10 de junio de 2013

 

EL ESPEJO MENTIROSO:

Hola, soy Jade, y os voy a contar mi primera aventura con la pandilla. Antes de que os la narre, he de presentaros a los demás miembros del grupo, que está formado por mi hermano Manuel, el pequeño del club, de 7 años, por Sara, que es mi mejor amiga, de 12 años, por Juan, de 15 años y por mí, que tengo 13 años.

Todo ocurrió un verano muy lejano, cuando aún éramos pequeños y no sabíamos lo que nos podía pasar si nos acercábamos a aquella casa, que, sin duda, estaba abandonada desde hace tiempo. Cuando nos acercábamos a aquel lugar que habíamos visto desde el hotel, ya era mediodía, y, mientras que el sol nos rozaba la tez, divisamos a lo lejos a un anciano que nos hacía señas para que nos acercáramos. De mala gana, nos dirigimos al lugar donde se encontraba, y gritando como un loco nos dijo:

- Pero, ¿estáis tontos?, ¿es que no sabéis lo que os espera si os vais a la casa?  ¡Qué ignorante que es esta juventud!

Mi hermano Manuel, como en aquel entonces era todavía demasiado pequeñajo, se asustó tanto que se echó a correr, y los demás, como es natural, le seguimos.

Sin hacerle caso al viejo, nos metimos en la tenebrosa casa. No había casi luz, sólo polvo y muebles viejos, y alguna que otra araña saltarina que cosía alegremente lo que tiempo después le ayudaría a conseguir alimento. De repente, Sara descubrió en lo alto de un armario un espejo muy antiguo, que, seguramente, perteneció en el pasado a algún dueño de la casa. Tenía un marco de oro con detalles tallados en marfil. ¡Era precioso! Sara, nada más verlo, nos pidió ayuda para bajarlo del viejo mueble, que, al ser de madera, crujía con el menor movimiento. Cuando el dichoso objeto ya estuvo abajo, ansiosos, nos apiñamos para contemplar nuestro reflejo. Y… ¡cuál fue nuestra sorpresa al descubrir que, en vez de nuestro reflejo, lo único que se podía observar en el desgastado cristal era la imagen de un enano viejo y rechoncho, con unos cansados y marrones ojos y una aguileña nariz!

El susto que nos llevamos todos fue morrocotudo, tan morrocotudo, que, aún siendo el mayor, Juan lanzó un grito de terror. Alarmados, salimos de la casa dando un portazo al enano, que se despidió de nosotros mostrándonos su risa maligna. Corrimos por los bosques y saltamos por los charcos mientras buscábamos el camino de vuelta a casa, pero, como estaba lloviendo, nos resultó más difícil de lo que nos imaginábamos, y lo único que pudimos hacer fue volver sobre nuestros pasos y regresar a la casa del enano muy asustados. Como estábamos tan cansados, decidimos hacernos un lecho con hojas de palmeras que había por los suelos, ya que no tuvimos otro remedio. Cuando ya era medianoche, noté como unas manos menudas y muy suaves me rozaban el rostro, mientras que alguien me susurraba al oído las siguientes palabras:

-El enano os sacará del apuro, el enano os llevará a vuestra casa.

Corriendo, desperté a todo el grupo y les conté todo lo ocurrido, desde las manos que me habían acariciado la cara, hasta el mensaje. Entonces, a Sara se le encendió la bombilla y decidió ir en busca del espejo. De nuevo, todos nos apiñamos alrededor de este, pero esta vez sin la intención de contemplar nuestro reflejo, si no de pedirle ayuda sobre el tema al enano. Cuando apareció la criatura y le preguntamos nuestras dudas, nos dijo:
 

- Queridos señores

os responderé con mil amores.

Si atrapáis una estrella del firmamento

vuestros problemas estarán resueltos.

Si la encontráis y pedís un deseo

Volveréis a vuestro hogar en un boleo.

 

Entonces, todos decidimos seguir sus instrucciones y atrapar una estrella del firmamento. Pronto, vimos una estrella cerca del lago, y, corriendo, fuimos a atraparla, pero no fue posible, ya que fue más rápida que nosotros y huyó. Intentamos perseguirla, pero, al final, agotados y jadeando, caímos sobre la hierba e intentamos descansar. Y, por la mañana, ¡cuál fue nuestra sorpresa al descubrir que, al despertar, la estrella se había posado en las piernas de Juan! Emocionados de poder volver a casa, la metimos en un saco y le pedimos nuestro deseo, volver con nuestros padres. A la hora de la cena le contamos nuestra aventura a nuestra familia en el hotel, que entre risas y risas, siguieron cenando.

 

ELENA LÓPEZ 6ºA  

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